El elevado costo laboral no salarial es causa de que el empleo siga siendo un problema sin resolver.
En una presentación, hace un par de semanas, Alejandro Gaviria, decano de Economía de la Universidad de los Andes, esbozó sus preocupaciones sobre el empleo, el costo laboral y la productividad laboral. Entre ellas, destacó la situación del mercado laboral colombiano porque Colombia, entre los países grandes del continente, es el que tiene mayores tasas de desempleo y probablemente esto no va a cambiar en el 2011. El desempleo en Colombia es más del doble del mexicano, cinco puntos superior al de Brasil y el único de dos dígitos si se compara con estos dos países, Perú, Chile y Venezuela. En el 2011, este grupo de países continuará con niveles de desempleo de un dígito y Colombia, con uno de dos dígitos, si no sucede algo extraordinario. Este es un problema que debería preocuparnos, pero no es todo el problema laboral.
Gaviria mostró que el empleo formal en nuestro país para trabajadores sin educación superior había venido creciendo vigorosamente entre 1984 y 1994, perdió velocidad de crecimiento a partir de 1995 y se derrumbó en 1997, al final del gobierno de Samper. Entre ese año y 1999 se perdieron cerca de seiscientos mil de estos empleos en las siete ciudades principales, y comenzó para ellos el calvario de depender de la informalidad en un mercado que discrimina a favor de quienes tienen educación postsecundaria.
Entre el 2000 y el 2006, esta situación mejoró marginalmente, pero luego cayó el empleo asalariado. En el 2009 se recuperó parcialmente, pero el empleo formal no llegó a los niveles que tenía en 1997. Este año ha aumentado en las ciudades, pero ha caído en el campo, al tiempo que se disparó el empleo informal. Este tipo de empleo superaba ya en el 2009 al empleo formal para trabajadores sin educación superior.
Hugo López resume lo que ha sucedido en el mercado en su análisis de la situación laboral basada en datos del Dane hasta octubre, de esta manera: "La recuperación económica ha jalonado también la del empleo formal que, en las 13 ciudades, ha crecido este año a una tasa media anual del 5,1 por ciento. Se trata principalmente del empleo formal con educación superior que, por su rápida expansión (12,2 por ciento anual en lo corrido del año) y sus mayores ingresos, ha dinamizado el consumo interno. Sin embargo, estamos lejos de resolver nuestros problemas laborales: en el campo, el empleo asalariado sigue cayendo y es hoy 26 por ciento menor que hace 3 años; en las zonas urbanas, donde el desempleo está bajando, la participación laboral de los menos educados y el empleo informal siguen elevándose".
Una de las causas de este problema estructural es el elevado costo laboral no salarial, que ha ascendido vertiginosamente desde 1992. Para compensarlo tendríamos que haber aumentado la productividad laboral al mismo ritmo y este no ha sido el caso. A corto plazo, para generar demanda de trabajo de baja calificación se dependería de la capacidad del Gobierno Nacional y de los gobiernos locales para proveerlo mediante programas especiales. En el campo hay que inducir una revolución productiva y una reforma en la tenencia y utilización de la tierra para subsanar la grave incapacidad de generar empleo rural, que sigue empujando gente hacia las ciudades a emplearse en actividades de muy baja productividad. La emergencia invernal puede ayudar, paradójicamente, si arranca el 'Plan Marshall' que ha anunciado el Gobierno para responder a la crisis y se concibe de tal manera que emplee mano de obra no calificada. A largo plazo, hay que pensar en programas remediales de educación postsecundaria para elevar ampliamente los niveles de calificación y buscar tasas de crecimiento sostenible de la economía mucho más altas que las que se están previendo.
Les deseo unas felices fiestas a los lectores.
F eltiempo.com
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